Una mañana diferente.

Se despertó tranquilo, como no lo hacia desde hace años. Disfruto de esa extraña sensación de bienestar que duraba tan solo unos segundos cada mañana antes de salir del mundo de los sueños.
Después de hacer volar su mente ese tiempo extra abrió los ojos.
El paisaje que vio lo devolvió de un golpe a la realidad; cadenas, grilletes, una ventana con barrotes, y la gris suciedad de las paredes. En su celda no había sol, por la reducida ventana con rejas apenas entraba un poco de claridad, y con un poco de suerte por las tardes tenia la posibilidad de verlo cuando lo dejaban salir al patio.
Jamás supo realmente el porque de su encierro, hacia ya tanto tiempo que vivía en esa prisión que le parecía haber estado allí toda su vida, lo único que sabia era que cualquiera sea el pecado que hubiese cometido, ya lo había pagado, y con creces.
Aunque había pasado más de la mitad de su vida en una celda aun conservaba su imponente físico casi intacto y el tiempo no había borrado la salvaje naturaleza de su espíritu, ese indomable corazón aventurero que siempre fuera la brújula de su vida.
Toda la disciplina y castigo recibido apuntaban a borrar toda idea de rebeldía, pero en el fondo de su mente la idea de libertad seguía fuerte como el primer día.
Y esa mañana era diferente, diferente del resto de las mañanas, era la mañana que había decidido dar un vuelco a su vida, era la mañana en la cual había pensado durante mucho tiempo, la mañana en la que volvería a ser él mismo, la mañana en la cual le demostraría al mundo que aunque estuviera cautivo en un circo, aun seguía siendo el rey de la selva.